La pata de mono de W. W. Jacobs

Revisando ciertas antologías del cuento contemporáneo, recordé una nota que quisiera compartir en este blog a propósito de un reconocido cuento que, sin embargo, siempre me ha generado dudas sobre el valor que le han atribuido.
 
Dado que a continuación se revelan los detalles del argumento, aconsejo al lector leer o releer primero el cuento para su disfrute (La pata de mono). 

Comencemos por resumir brevemente el argumento. El cuento trata sobre el señor White y su familia quienes un día entran en posesión de una pata de mono, un talismán, que concede tres deseos a cada nuevo poseedor. El cumplimiento de estos deseos, sin embargo, y como bien le fue informado a toda la familia White, acarrea algunas desgracias. El día siguiente a su adquisición, el señor White le pide a la pata de mono doscientas libras que casi inmediatamente recibe gracias a la indemnización que le dan a causa de un accidente que ese mismo día le produce la muerte a su hijo: el cuerpo del joven queda apenas reconocible al interior de las máquinas que operaba. Días más tarde, la mujer del señor White, obcecada por la tristeza, le clama a su marido que pida el segundo deseo para que su hijo vuelva a la vida: momentos después, varios golpes los convencen de que su hijo ha vuelto y llama a la puerta; la mujer, delirante, baja a abrirle pero su marido, presintiendo lo que pueda ella encontrar (una imagen desfigurada), pide el tercer deseo: la mujer abre la puerta y no hay nada. Fin.

Borges ha incluido este cuento dentro de los mejores del género. García Márquez dice que es un cuento compacto e intenso y, por supuesto, representante de la narración breve. Bioy Casares, quien lo incluye en una longeva tradición que ha llevado a cientos de personajes a pedirles deseos a genios, lámparas y miembros amputados, dice que este autor, Jacobs, “ha sabido acabarlo con felicidad”. Sin duda, el cuento cuenta con un respaldo que le ha dado su lugar en más de una reconocida antología de la narración breve. Sin embargo, un pequeño detalle literario advierte que el valor que le han adjudicado es desproporcionado. Veamos por qué.

Recordemos primero las dos tradiciones que distingue Harold Bloom a propósito de la narración breve: la primera, que nace en la vasta producción de Chéjov, es de corte naturalista y se preocupa por la vida cotidiana de sus personajes; la segunda, que se origina en las fantasmagorías de Edgar Allan Poe (aunque su tradición es en realidad más antigua), se pregunta constantemente por un mundo sorprendente, trascendente e incluso incomprensible. En síntesis, Bloom distingue entre una tradición realista y otra fantástica.

A pesar del tema explícito del cuento y de que la crítica lo ha señalado como un cuento fantástico, varias ambigüedades en el mismo autorizan, por lo menos, a preguntarse si en realidad “La pata de mono” es un cuento realista o fantástico. La interpretación fantástica radica en que el señor White pide un deseo que se cumple a costa de la vida de su hijo; su mujer, entonces, le ruega que pida un segundo deseo para que su hijo vuelva a la vida; cuando su esposa va a abrirle la puerta al hijo que vuelve del cementerio, el señor White, anticipando un encuentro horroroso, pide un tercer deseo por el cual su hijo desaparece, causándole así la muerte por segunda vez, pero salvando la poca cordura que le queda a su esposa.

La interpretación realista, más interesante, radica en que los hechos se pueden ver como una serie de coincidencias que son leídas supersticiosamente por el señor y la señora White. Su hijo muere el día en que su padre, neciamente, desea doscientas libras. La tristeza de la madre los lleva a pedir un segundo deseo para que su hijo vuelva a la vida y, creyendo que va a suceder, el señor White se arrepiente y pide que se anule el segundo deseo; al final no aparece el hijo y el segundo y tercer deseo son producto de la locura de los dos padres enceguecidos por la desdicha y obnubilados por la superstición. Así, la primera interpretación supondría un cuento ambientado en un mundo fantástico, en donde el tema es la imposibilidad de poder manipular el destino sin desencadenar efectos aciagos; todo con un efecto moralista. La segunda, en cambio, implica un cuento cuyo tema es la casualidad, la superstición y la locura, sin negar el aspecto fantasioso de la existencia.

Aunque la primera es la interpretación más convencional y aceptada, la segunda no es una simple interpretación heterodoxa, pues el cuento insiste varias veces en el tema de la casualidad y el exceso de superstición, presentes también en otras ficciones de Jacobs. Esto implica que el cuento circula sobre el filo entre un mundo habitado por muertos vivientes y talismanes, y otro, más parecido al nuestro, poblado de supersticiosos que enloquecen y descreen de la casualidad. Y allí es donde radicaría el verdadero valor literario, en la ambigüedad sorprendente que obliga al lector a preguntarse a qué clase de mundo se refiere el cuento.

Sin embargo, tal sentido, que haría del cuento una obra maestra del cuento realista, no es posible por un simple detalle: el autor, aunque deja todo lo demás en la ambigüedad –por ejemplo la muerte del hijo como una casualidad o como un efecto de la pata– no deja en la ambigüedad los golpes de la puerta: esos golpes son definitivamente fantásticos, son de muerto, no son casuales. Tal vez, si la noche fuera borrascosa, esos golpes serían explicables, pero la noche, como el camino, se insiste en el cuento, estaba tranquila.

De esta manera, "La pata de mono" no es más que un aceptable cuento fantástico, como muchos lo han clasificado, pero no un ejemplar paradigmático de la narración breve. Su posibilidad realista, y su posibilidad de ser una obra maestra, quedan desperdiciadas al no mantener en la ambigüedad el mundo al que se refiere y reafirmar que los golpes que la pareja White escucha son en realidad los llamados del hijo deformado. Este cuento, que debía mantenerse sobre el filo que aúna la realidad del mundo a la fantasía de los personajes, resbala precipitadamente hacia un mundo vulgar donde los muertos caminan y las patas de mono castigan la avaricia con desgracias.


G. Serventi